No me pasa seguido; la entrevista me tiene algo nerviosa. En general entro bastante confiada, preparada, segura de mi investigación; pero hoy, caminando del auto hasta Sucre, tengo un breve momento de pánico; me pregunto si leí suficiente, si tengo preguntas interesantes para que no piense que soy una periodista poco profesional.
No es fácil sentarse a la mesa con uno de los chefs del momento, uno de los personajes que están recorriendo los medios del país, y no sólo conseguir todas las respuestas que quieren los lectores, sacarle los mismos comentarios irónicos y divertidos que leí en mil notas anteriores, y al mismo tiempo tratar de sorprender, sacarlo del guión y descubrir a la persona detrás del personaje.
¿Quién es realmente ese francés que vemos por la tele con cara de malo en el jurado de Masterchef? ¿Dónde nació su pasión por la cocina? ¿Qué buscaba ese joven de veintipico que vino a trabajar con Francis Mallmann pensando que Argentina era un país tropical lleno de coyas?
Al llegar, me recibe un Christophe sonriente, y el miedo desaparece. Durante una charla que dura más de una hora, no se si logro sorprenderlo, pero me sorprende a mí, este cocinero apasionado al que hasta en su tiempo libre le gusta cocinar, y está dispuesto a contar algunos de sus secretos (aunque seguramente algunos deben quedar bajo la manga).
Nacido en Blois, una ciudad Francesa situada a orilla del río Loira, a dos horas de Paris, Christophe Krywonis creció mirando cocinar a su abuela. Empezamos hablando de su infancia, de los olores, los sabores de su patria, y sus primeros recuerdos ligados a la cocina.
“Mis primeros recuerdos de vida están ligados a la separación de mis padres, cuando tenía 4 años. Fue algo que me marcó. Después de que se separaran, nos fuimos con mi mamá y mi hermana a vivir al hotel de mi abuela. Mi abuela sigue siendo una persona super importante en mi vida. La puedo imaginar ahora, sonriendo. Ella me dio el cariño familiar que estaba un poco perdido. Mi madre estaba sufriendo la separación con mi padre, con su trabajo y Meme nos recibió de brazos abiertos y fue quien me mostró la cocina, la verdad me emociona contarlo”
¿Qué cocinaba ella? Cuáles son esos olores de la infancia?
Memé era una gran cocinera, cocinaba de todo; tartas, terrinas, postres, salsas, platos de todo tipo.
Además de una gran cocinera era una gran persona, una persona muy buena. Buena como poca gente vi en mi vida, un pan de dios. Fue ella, la que sin saberlo, me inculcó el placer por las cosas sencillas. Mis primeros recuerdos ligados a la cocina son de esa época; levantarme a la mañana temprano y preparar el pan, las medialunas para mi mama, mi hermana y mi abuela. Nunca cocine con mi abuela, pero aprendí mirándola. Le robaba la comida; ella preparaba las masas en una gran mesada, y yo me escondía debajo de la mesa y le robaba las masas. Era más un juego que otra cosa. La vi hacer manteca desde leche cruda, recuerdo también el aroma de la manteca derretida en su punto justo, la harina molida en el pueblo, el agua del pozo y el hojaldre recién horneado. Hacia unas sopas increíbles, su conejo era sublime. Podía preparar un revuelto de leche con huevo y un poco de maicena y chocolate para darte algo rápido, y era algo sencillo pero uy que rico; también nos hacía pan recién horneado con manteca casera, y le raspaba chocolate por encima como si fueran copos; genial.
La cocina estuvo en tu vida desde muy chico, pero cuándo decidiste que la gastronomía era lo tuyo? Porque no querías ser cocinero... querías ser, antropólogo?
Me fui de casa a los 14 años, y por ley no podía estar en la calle, así que fui pupilo. Y como pupilo, estudias hasta las 4, trabajas los miércoles, pero después, no haces nada, o vas de paseo; yo en mi tiempo libre quería cocinar. Me iba a la cocina del liceo y cocinaba con el chef del lugar. No es que me iba mal en el liceo, estaba dentro de los primeros 5 de mi clase, pero quería hacer otras cosas además de estudiar. Recuerdo que me dijeron que para llegar a ser antropólogo me llevaría muchos años, y que siempre estaba en la cocina, hablando del trabajo de mi abuela... y por que no me dedicaba a la cocina de forma profesional? Y así empecé a cocinar de forma profesional.
¿Cómo fueron tus inicios en los fuegos... tu primer trabajo?
La primera vez que entré en una cocina profesional fue así como wow, pero mi primer trabajo en la cocina no fue precisamente cocinar; si no limpiar. Lavar copas, limpiar las cañerías. Un trabajo duro, y de maltrato realmente.
Y con esa primera experiencia... más o menos. ¿Por qué te quedaste?
Porque el primer paso es ese y hay que darlo. Después empezás a pelar papa y cebollas; a saltear cebolla y hacer el puré, picar el perejil para el chef...después le empezás a hacer la mise en place al chef, haces las ensaladas, y vas creciendo... pero ese aprendizaje, desde abajo es importante.
A los 18, Christophe se enamoró por primera vez, de París.
París fue todo un descubrimiento para mí. Descubrí París con el servicio Militar, y me enamoré. Fue impresionante. Me quedé 6 años en París. En el medio me fui un año al Caribe, pero me encantó París. No me gusta mucho la idiosincrasia del parisino, el esnobismo, la soberbia, pero la comida, la arquitectura... París es muy hermoso.
¿Cómo fue que terminaste un año en el Caribe?
Me llamaron para ir a trabajar a trabajar a Martinica, y me fui feliz a trabajar allá.
¿Sabías en qué te metías?
Sabía que era el caribe, pero en mi cabeza Martinica era Francia, y para mi Francia era todo igual. Me bajé del avión, y el primer golpe fue el calor, nunca había sentido un calor así; después la pobreza. No entendía cómo era posible esta pobreza. La ceguedad inocente del provinciano que no cree que en Francia puede haber gente tan pobre que no tiene una ventana en su casa. Fue un golpe fuerte, una enseñanza de vida.
Recién llegado, me presenté en la cocina y me dijeron: vos mañana trabajás de pantalón azul y camisa blanca. Para qué el pantalón azul, si yo vine a trabajar en la cocina? Y me dicen bueno pero vas a trabajar de mozo. No, pero yo quiero estar en la cocina, bueno, si no querés ser mozo, te vas. Y yo necesitaba trabajar porque si no me quedaba en la calle... Y mi primer día de trabajo viene un militar, un gendarme francés que me dice habla con el chef que soy tal, y que me tiene que invitar a comer... y yo dije como? perdón? es un corrupto... un trucho, y era gendarme, y francés, y dije no puede ser?
Conocí gente en Martinica que no pensaba conocer en mi vida. Gente muy bien, pero también mucha gente fuera de la ley; traficantes de drogas, cafichos, piratas, gente buena, violenta, bellas mujeres... Fue un buen año, lo disfruté mucho. Tenía 24 años, cocinaba en barcos, hacía buceo, fue una gran experiencia de vida; pero me volví en el momento justo, sabía que me tenía que volver porque no había mucho crecimiento posible ahí, me hubiese quedado estancado, así que volví feliz a París.
Volviste a París, pero no por mucho tiempo...
Volví a París y me encontré de casualidad con un viejo amigo uruguayo Martín Pittaluga, con quien había trabajado años atrás. No existía internet así que imaginate un encuentro casual de verdad... y me ofreció trabajar en Argentina, en Las Leñas, con un tal Francis Mallmann. Y bueno, así descubrí Argentina.
Llegaste a Argentina en el ‘89, y nunca más te fuiste?
Llegue a la Argentina sin hablar español, y pensando que todo era el Caribe. Yo pensaba que en Argentina no había montaña, ni nieve, era todo el Caribe para mi. Me impactó la sociedad, para mi eran todos coyas... Cuando llegué a Ezeiza, me acuerdo de pensar bueno, en Argentina hay petróleo, deben estar todos acá por una convención internacional o algo así; no entendía nada! El segundo impacto fue la grandeza geográfica del país. Tener 200 km rectos en Francia es imposible, eso me impresionó mucho, las distancias, el paisaje me pareció increíble. Mi primera noche no me la voy a olvidar jamás... me cagué de frío! Yo llegué con mi camisa hawaiana, y en ojotas, pensé que me iba a La Pampa y no tenía idea geográfica alguna de Argentina, pensé que era todo calor y llegué a Las Leñas un 1 de junio, muerto de frío. Esa primera noche, recuerdo que miré por la ventana, y era noche de luna llena, se reflejaba la luna en la montaña y pense ‘wow, ¿dónde estoy parado?. Parece inventado de película pero te juro que es cierto.
Y todo estos movimientos... que me voy a Paris, a Martinica, me mudo a la Argentina... tu familia, te apoyó?
Yo me había ido muy chico de mi casa, y mi mamá se preocupaba, pero había quedado algo muy claro, mi vida la voy a hacer yo. Se asustaron un poco todos, pero lo bueno es que la profesión que había elegido, me había obligado a ser más recto que otras profesiones. La exigencia de la cocina, me educó, me dio una conducta que me sirvió en la vida. Podes divertirte, podes viajar, pero para hacer bien tu trabajo, no tenés que estar borracho, ni fumado, ni drogado, tenés que estar cocinando. Esa rectitud y responsabilidad me ayudo. Yo he fumado mi porro como cualquier otra persona, no soy más papista que el papa, pero en el trabajo no, yo no puedo. Soy muy hombre, puedo hacer una sola cosa a la vez; y si me divierto me divierto, pero si estoy cocinando, estoy trabajando, y no puedo estar de joda. Y obviamente uno tiene derecho a divertirse, a pasarla bien, pero no soporto la gente que no respeta su trabajo. Hay que respetar los productos, los ingredientes... podés ser un loco, pero cuando cocinas no jodas. Muchos piensan que porque soy extranjero o vine para trabajar con Francis las cosas me fueron fáciles, pero pagué mi derecho de piso, como corresponde a cualquier inmigrante, me abrí paso normalmente sin sufrir pero sin privilegios.
¿Cómo fue tu experiencia con Francis?
Con Francis hay una relación muy cortés, el estaba más de director de cocina que cocinando. Me acuerdo una vez, que estábamos haciendo un evento, y se esperaban 200 personas a comer, y el cocinero se equivocó, y trajo 180 bifes. Hubo que recorrer Las Leñas para encontrar la carne que faltaba, y encima no fueron 200, fueron 220. Y estábamos en las planchas, él y yo cocinando la carne, y Francis no perdió la calma. Terminamos el servicio, y le pregunto, todo bien Francis? No, pero, si, todo bien. En 2 segundos te calma. Tiene una elegancia muy propia, y muy distinta a los demás. Francis es Francis y vive muy en su mundo, y para mi, me chupa un huevo lo que digan mis colegas, y tal vez no sea EL gran artista de la cocina, pero es un gran artista argentino, es un embajador de la cultura argentina. Y no es el único, eh, hay muchos argentinos como Mauro Colagreco, Fernando Trocca, que están mostrando al mundo su cocina, pero Francis, guste o no a la gente su personalidad, es un artista, y el es el, no te vende gato por liebre; es un creador de sensaciones, y tiene muy buen gusto, y a mi me gusta mucho la gente con buen gusto.
De la Argentina no sólo le gustó la geografía, la calidez de las personas, también se enamoró de quien sería la mamá de sus hijas, Zoe y Lola. “La conocí en el restaurante Moulin Rouge, y tuve que remarla. No creas que las mujeres me han caído de arriba; las que me gustaron de verdad, me costaron trabajo. Pero bueno, nos conocimos en el restaurante, y empezamos nuestra historia. En el 92 quedó embarazada de mi primer hija. En el 93 nos fuimos unos meses a Francia, y cuando volvimos, me di cuenta que era un momento decisivo, de quiebre para mí. Era un momento muy difícil en Argentina, de trabajo duro; de levantarme muy temprano, tomarme el colectivo, volver muy tarde a casa. Me dije a mi mismo, o me voy para arriba, o me vuelvo para Francia. Y me quedé, la pelee, y pasados 5 años ya tenía mi restaurante.
Christophe abrió en marzo del 98. El francés fue uno de los primeros en instalarse en Palermo Hollywood e impuso el estilo bistró; pero cuando explica por qué Palermo, no trata de inflarse el pecho y hacer creer que quería crear una revolución en un nuevo polo gastronómico. En cambio, con humor, cuenta: “Como todo cocinero independiente, mi vocación no era estar al servicio de otro, quería ser mi propio dueño, y lo llame Christophe porque soy un narcisista, claro… se ríe. No, lo llame Christophe porque era bueno, dónde vamos a comer? A lo de Christophe. Nunca imaginé que iba a tener el éxito que tuve.
Abrí en Palermo porque era barato; no hay más misterio que ese. Encontré una esquina, en Fitz Roy y Nicaragua donde pagaba $800 de alquiler! No había nadie en la zona, pero estaba cerca de Cañitas que era el auge de ese entonces, y había productoras, talleres, una mezcolanza interesante que parecía un buen punto de partida. El lugar era una especie de antiguo bodegón de pésima construcción y estaba infestado de ratas... Tiramos todo abajo y empezamos de cero”.
Christophe también fue pionero de las cocinas a la vista y en hornear los panes en su cocina. “La panera es un detalle importante porque si es el pan no es bueno habla mal de lo que va a seguir. El pan es la esencia, el fruto de la labor. Cualquier trabajador con su salario puede comprar los ingredientes para hacer pan; es sólo agua, harina, levadura y sal, pero el resultado de algo tan sencillo puede ser increíble. Además el pan tiene un simbolismo muy fuerte en la tradición francesa y en la historia de la humanidad. Un pedazo de pan te permite aguantar hasta la próxima comida.”
En el 2001, como a muchos, le agarró la crisis; pero el chef se quedó, se reinventó, y se pasó al mundo del asesoramiento. “Cuando me empecé a hacer un poco conocido, mucha gente me pedía opiniones, consejos, y lo hacía de onda, pasaba un par de horas con ellos, les daba algunos consejos; hasta que descubrí que todo trabajo merece ser pagado, y hoy día el asesoramiento es uno de los trabajos que más disfruto. También doy clases, hago eventos, pero el asesoramiento tiene algo lindo que es el ida y vuelta, donde ves gente que tiene ganas de tener un restaurante pero tiene problemas en la cocina o en el salón. Es importante entender la personalidad del dueño, del lugar, para ayudarlo a hacer su restaurante, no un restaurante a lo Christophe, porque yo estoy durante un momento, y luego desaparezco, el restaurante tiene que ser lo que el dueño imaginó, porque el es el que se va a quedar. Se ven muchísimos restaurants que se han montado por gente que no sabe de gastronomía; y la gente invierte todos sus ahorros sin tener conocimiento de la industria, y es como que yo hoy decida que me voy a poner un estudio de producción de televisión. El asesoramiento es un trabajo muy interesante, y es un proceso, de varios meses, no es una cosa que uno viene 15 días, modifica la carta y se va. Es un proceso que hay que vivir completo, se trabaja en conjunto para que sea de verdadera transformación. Y no es sólo un trabajo de carta, hay que tener en cuenta la instalación y ubicación de la cocina, de las estaciones de trabajo, el personal y mucho más.
En algún momento de todos estos años que llevás en la cocina, te arrepentiste, te preguntaste si no deberías estar haciendo otra cosa?
Me lo cuestioné alguna vez, por qué estaba cocinando? si, seguro; arrepentirme nunca.
Y si tuvieses que dejar la gastronomía ¿Qué te gustaría hacer?
Nunca se me pasó por la cabeza dejar la gastronomía. De hecho, hace un tiempo me dijeron que me tenía que operar, del estómago y no lo hice por eso. Operarme significaba alejarme de la gastronomía. Me tenían que hacer una reducción del estómago, que te saca el hambre, pero también te saca también el placer de comer. Decidí dejar de lado la operación y optar por un cuidado más personalizado de mi salud, porque no podía pensar en cambiar de trabajo. Si no tuviese opción, creo que optaría por otra artesanía, algo que tenga que ver con la naturaleza y también la creatividad, paisajismo por ejemplo.
¿Querés volver a tener restaurante? Nunca dejé de tener ganas de tener un restaurante; lo difícil es encontrar propuestas adecuadas para el momento, y en este momento tener un restaurante de más de $200 es complicado, sufren todos, pero está en los planes, ya pronto se revelarán algunas novedades.
¿Cómo cambió la cocina argentina, o la relación de los argentinos con la cocina, desde que llegaste al país hace 20 años? El mayor cambio fueron los productos; hubo una auge donde se podían conseguir muy buenos productos en Argentina, y ahora estamos pasando por un momento de decadencia. Por eso formo parte parte de ACELGA, una asociación de cocineros y empresarios gastronómicos que estamos preocupados con esta tendencia y tratando de revertirla, para poder volver a conseguir buenos productos. Hoy los tomates son de plásticos, muchas veces la carne es tierna pero sin sabor, y se trabaja con productos que no son de estación. Estamos tratando de cambiar un poco eso. De todas formas el cocinero argentino es muy bueno, muy creativo, trabaja con cariño, hay buenas ideas. Y hoy el mundo esta cada vez más abierto.
¿Y en el comensal? Qué cambios se ven? El mayor cambio es el bolsillo de la gente. La inflación es un verdadero problema, está afectando la gastronomía especialmente por la falencia de buenos insumos a precios razonables.
¿Los argentinos conocemos la verdadera cocina francesa?
Se conoce seguramente menos que la italiana o la española, pero si se conoce. En realidad gran parte de la gastronomía en Argentina esta basada en técnicas de la cocina clásica francesa. Si miro a mis colegas, a German (Martiegui), a Fernando Trocca, Donato, Dolly… todos ellos usan algunas técnicas francesa. La cocina francesa está presente en todos lados aunque no esté nombrada.
¿Dónde se come buena cocina francesa en Buenos Aires?
En mi casa, se ríe. En el Atelier de Celine se come muy bien, Fleur de Sel en Belgrano. En su estilo más franco argentino Azema es muy bueno.
Si tuvieses que elegir de nuevo... Argentina o Francia para vivir?
Sin dudar Argentina. La gente no entiende, pero a mi me encanta vivir acá. Francia es muy lindo, pero para vivir allá como vivo acá, no solo tendría que tener a mis hijos, si no a todos los argentinos también. Es un país donde vivo feliz. Sufro, claro, como todos, pero hay algo de argentina, hay pasión. No la cambio por nada.
¿Volvés seguido a Francia? Vuelvo seguido, a buscar quesos, inspiración Busco mis raíces, amo Francia. Tengo el corazón felizmente dividido, y realmente no estamos tan lejos. Te tomas un avión, en 14 horas estas en Francia; te tomás un colectivo al sur, y tardas más que en llegar a París!
Ese chico que se escondía debajo de la mesa de trabajo de su abuela y le robaba la masa.. se imagino esto?
No, jamás. Yo no busqué ni la fama ni la televisión. Lo que le da bronca a muchos es eso, yo no busqué todo esto, porque no va con lo que soy. Fueron cosas que se dieron, un poco por suerte, y supongo otro poco por el trabajo duro.
Además de ser uno de los primero en instalarse en Palermo, Christophe Se convirtió en una de las estrellas de elGourmet.com y otros canales tanto de aire como en el cable. Incluso hoy, pisando fuerte con un alto rating en un programa como Masterchef, no cree demasiado en la popularidad mediática, aunque tuvo sorpresas como ser convocado para un doblaje en Ratatouille, el film de Disney.
En Masterchef se te ve serio, con esa mirada fulminante (o la cara de culo)... sos así siempre?
En realidad soy un osito de peluche: bueno, pero bruto a la vez. Lo que pasa es que soy serio, y no tengo problema en decir que un plato está como el culo. Y yo ante todo siempre quiero ser honesto, y ser honesto implica lo bueno y lo malo, y a veces puede ser duro.La cocina es exigencia, es dificilísima. Si piensan que la cocina es todo agua de rosas, que si te equivocas no pasa nada, están equivocados... la cocina no es eso. Pero también hay una diferencia entre exigencia y maltrato; hay patadas que merecen ser dadas, otras no. Lo que mucha gente ve como cosas malas del programa, es por falta de entendimiento del oficio. El trato rígido de los participantes no es para destruirlos, jamás, no queremos eso. Queremos que aprendan, que si se equivocan tengan ganas de aprender del error para cocinar mejor, y cocinar rico. La cocina es artesanía y exigencia. Imaginate un edificio hecho por alguien que no tiene gana de hacerlo bien, se cae; la cocina es lo mismo. Por eso no uso guantes en la cocina. Me chupa un h... si el cocinero tiene problemas personales: el comensal pagó y tiene ganas de comer rico. Es lo único que importa.
¿Aprenden de verdad o es todo un show?
Claro que es un show, nadie trata de negarlo, pero si que aprenden. El tema es que son 17 programas, y una carrera se hace en años. Acá los participantes ven un pantallazo de lo que es la cocina profesional. En Masterchef si la comida no es rica, te vas. Y en las redes sociales hay una idea de que tenemos favoritos, pero no es cierto. Si te fijas todos quieren sacar a Laura del programa, pero sigue ahí, porque está bueno lo que hace.
¿La televisión ha sido una amiga o enemiga de la cocina?
La cocina ha sido una amiga de la cocina; puede ser un arma de doble filo, hay programas buenos y otros no, pero ha fomentado las ganas de cocinar y salir a comer. Los que cuestionan Masterchef como programa de cocina, están equivocados, es un reality de cocina, pero si le da ganas de comer rico a millones de personas, cómo puede estar mal? La gente cuando mira Masterchef tiene ganas de cocinar. Millones de personas con ganas de cocinar como resultado de este programa? Es genial.
Hoy muchos piensan en la cocina como una cosa glamorosa, una visión romántica del cocinero, de punta en blanco, dando órdenes, y siendo innovadores, celebrities. Es así?
Pobres los que crean que la cocina es glamour. La cocina es devoción, humildad, dedicación; donde lo que prevalece es el sabor, y no nosotros. Los cocineros que piensan en su imagen antes de pensar en el plato, están muy equivocados. La cocina es trabajar para darle placer a uno mismo. Mi placer es darte placer a vos. La gente que piensa en la cocina para la fama, nunca va a llegar ahí. El glamour en la cocina no tiene nada que hacer.
Y de dónde nace ese problema, es la magia de la televisión que nos hace creer que es más fácil de lo que es? ¿Es un problema generacional? Ayer hablábamos de eso con un amigo, y me preguntaba, vos cuando empezaste a vivir tu vida? tu viejos te ayudaron a conseguir trabajo? Los chicos hoy, si no los ayudan, no tienen quizás la motivación esa de salir a hacer sus vidas. Es un problema social, donde se ha inculcado que las cosas caen de arriba; y te digo, la cocina, no nace de arriba. El cocinero se tiene hacer que bien de abajo. Tiene que sacrificarse, sufrir ese trabajo.
Más allá de que te guste, es un sufrimiento; te duele la espalda, aunque estés enfermo tenés que venir a trabajar. No es que podes bajar los brazos porque la ley me ampara que me quede en mi casa. El cocinero se levanta y va a trabajar igual, porque su trabajo tiene que salir bien. Tenés problemas con tu pareja? Dejas tus problemas en el vestuario y debes cocinar bien. Y a veces la gente no lo entiende eso.
Pero como padre, ¿Cómo hacés con las ganas de ayudar? Si vienen tus hijas y te dicen que quieren trabajar en cocina, ¿No les das un trabajo en tu catering? No, conmigo no van a trabajar. Las voy a ayudar? pero por supuesto, no es para decir que hay que ayudar. El problema es que muchos de los chicos más jóvenes de hoy, han crecido sobre protegidos, sobre cuidados. Demasiado masticar la comida para dársela procesada. Yo creo en ayudar a los hijos en todo, pero también creo que hay que inculcar el sentido de responsabilidad; si querés faltar al colegio, falta, pero asumí las consecuencias; si tenés 25 faltas, y ya vas 26, no me vengas a buscar para que te lo solucione, asumí tu responsabilidad. Tenés ganas de hacer de hacer las cosas diferente a lo que pienso? estas en todo tu derecho, pero asumí tu responsabilidad.
A tus hijas (Zoe y Lola) les gusta la cocina? Si claro.
Te cocinan? No, porque le gusta comer más cocinar. Son muy críticas con la comida, me di cuenta cuando Lola tenía seis años y me dice: papá hoy me gustaría comer conejo y después una marquise de chocolate. Y dije la pucha, qué niño de seis años le dice eso a su papá; y bueno tienen un paladar distinto, no?
Ya habías estado en tele, pero la tele de aire es otra cosa, tiene una exposición distinta. ¿Qué te pasó a vos con ese reconocimiento? La fama es algo que hay que saber manejar, y tomar con pinza. Te reconoce todo el mundo, te paran en la calle; y es gracioso porque a mi me dicen que soy muy malo, pero todos se quieren sacar fotos conmigo. Estoy en etapa de capitalizar eso que vivir de la gloria. No se puede vivir sólo de la gloria, así que es una etapa de trabajar mucho y muy duro para poder capitalizar esa exposición.
Mini cuestionario
La última comida que te voló la cabeza? En el restaurante de Santi Santamaria en España. El Racò de Can Fabes. Me impactó porque era todo muy sencillo, pero todo magico, sabores que no voy a olvidar nunca.
Pan francés vs argentino? Pan francés toda la vida, es otra cosa, el trigo, el agua, el mejor de todos, para mi es el Parisino, y también me gusta el pan de mi región. El trigo que usamos es distinto, con una composición más ácida.
Ingrediente favorito: depende del dia, no hay uno solo, es como la ropa. Hoy puede ser pescado, mañana pollo, o ajo.
Hay algún ingrediente que no te guste? La gelatina saborizada y las hormigas culonas, no me gustan estas cosas medio raras.
Sos más de lo salado de que lo dulce.... a qué cosa no te le podes resistir, sin importar la dieta?
No me gusta limitarlo a un producto. Festejo todos los platos entonces no es una cosa en particular que me guste. La comida me apasiona, si es rico no me puedo resistir.
Un trago y un bar en Buenos Aires: el mejor trago que tome en mi vida fue un trago con lychee de Tato Giovannoni en Floreria Atlántico. Y Basa me gusta mucho también.
Un brunch: me encanta comer brunch en París. Me han dicho que debería probar el del Four Seasons como uno de los mejores de Buenos Aires.
Desayuno: Jolie Bistro
Una parrilla: El Pobre Luis
Una pizza: Siamo in Forno, Pizza de Davide en Spazio da Donato o buena buena fugazza en El Cuartito.
Mejor carta de vinos: Basa
Café: El mejor café, por lejos, el del hotel Bristol en París. Acá en BsAs, Café Illy.