Antes de que el calor se apodere del todo de la ciudad, aprovechemos esta época del año que es sin dudas la más linda para comer al aire libre. Hace poco hablamos de la temporada de las terrazas, hoy nos tocan patiosy veredas. Basta con salir a dar una vuelta, están por todas partes, hay cientos de cafecitos, restaurantes y bares con patios, jardines y veredas. Recorrimos la ciudad, preguntamos a expertos y amigos, y elegimos algunos de nuestros preferidos.
Naná, Vicente López (Yrigoyen 499, Vicente López)
Toldo blanco y negro, mesitas en la vereda, entrada directa a un pequeño patio interno, y un gran ventanal que da al resto del salón. Mesas de madera, decoración más bien minimalista, bien cuidado en los detalles. No sólo gana el ambiente, también la comida. Naná es para cualquier hora del día; buen desayuno, menú del mediodía con especiales que van rotando seguido, y un menú de brunch súper tentador. La comida es muy buena (aunque las entradas muy pequeñas). Recomiendo probar el salmón en croute de lapsang sanchuang con humita y sofrito de tomate con uva, los malfatti de espinaca, el tiradito de trucha o la ternera braseada; de postre, creme brulée de naranja. Un lindo detalle: en vez de panera, te traen unos bastoncitos de pan y un huevo pasado por agua, me encantó.
Sintaxis (Nicaragua, 4849, Palermo)
El primer restaurante gluten free de la ciudad, no sólo es apto para celíacos, es un must para patio lovers. En la entrada, un mostrador con tartas, panes, galletitas y hasta blends de té y condimentos; un amplio salón con mesas bajas y sillones, mucha madera, toques de azul y celeste; techos altísimos, un mueble gigante de madera estilo vintage con pasaplatos a la cocina, y vista al patio tranquilísimo. Un lindo lugar para sentarse a tomar el té o a cenar temprano. El servicio es rápido y atento. Tienen tartas, empanadas, ensaladas, carnes, pastas y variedad en cafetería. Para el té, muy buenas las tostadas de chipá; para la noche, las mollejas crocantes con chips de mandioca, y las papas fritas, imperdibles. Lo único que no me convenció fueron las tortas, que me parecieron un poco empalagosas.
El ñandú (Sebastián Elcano 648, San Isidro)
El ñandú es sin dudas uno de mis lugares preferidos en San Isidro, se come bien, y a precios razonables. Mesas rojas, manteles blancos y la sombra de los árboles en un gran jardín que da a la parrilla. Sirven de todo; muy buena parrilla (en particular la entraña), excelente humita en chala con queso, el camembert al horno de barro, quesadillas de salmón con guacamole y papas fritas, o de calabaza, choclo y miel. Los platos son abundantes, da para compartir entrada y algunos platos entre varios. Importante, tratar de ir temprano (o estar dispuestos a esperar); a pesar de ser grande el lugar siempre se llena rapidísimo.
Pehache (Gurruchaga 1418, Palermo)
Tal cual lo dice su nombre, Pehache es una casa antigua típica del barrio de Palermo, que renace y se convierte en un espacio que reúne diseño, y decoración y comida. Se puede ir paseando en los distintos ambientes descubriendo objetos y muebles, y al llegar al patio, también sentarse un buen rato en Pehache Café. Entre piedritas, enredaderas, una pérgola y un estanque de agua muy lindo, se disfruta del silencio y rica pastelería, incluso se puede tomar prestado un libro de alguna biblioteca y sentarse un rato a leer. La atención es muy buena, y también lo son el café con leche y la torta de lima, los muffins y triffle de maracuyá. Además hay sándwiches y ensaladas, y algunos platos más elaborados para los que quieran ir a almorzar.
Koh Lanta (Gorriti 1600, Palermo)
De martes a domingo, en Gorriti y casi Malabia, Koh Lanta es una excelente opción para salir de la rutina y probar cocina thai, al aire libre. Está muy bien ambientado, tranquilo, tienen un lindo patiecito (pero solo con 3 o 4 mesas), y lo mejor es la terraza al aire libre. Las empanaditas thai de pollo con vegetales al curry y salsa agridulce y levemente picante son muy buenas, las croquetas de abadejo no están nada mal y también tienen langostinos apanados y otros bocaditos tentadores. De principales recomiendo el curry de langostinos con morrones y bamboo con leche de coco; tienen varias opciones de woks para los que no les gusta la comida picante, y el pad thai de lomo es riquísimo, y me quedé con ganas de probar los buñuelos de banana, coco y miel. Dato interesante, el lugar cuenta con varios descuentos, entre ellos de Guía Oleo. Otro dato: hay un montón de platos gluten free.
Felicidad, (Gurruchaga 1711, Palermo)
La vereda de Felicidad es una de esas esquinas que te invitan a sentarse de inmediato una tarde de sábado paseando por Palermo. Fachada verde agua, un toldo cuadriculado blanco y negro, mesitas de madera, sombrillas, y gente relajando, charlando, tomando licuados y café. También es una buena opción para almorzar ensaladas, sándwiches o wraps con una rica limonada con menta. Para merendar tienen montones de opciones clásicas y modernas. Buen café con leche y tostadas, cookies y smoothies (probé el de mango con lima, que estaba bien pero le faltaba un toque de acidez).
Artemisia, (Gorriti 5996, Palermo)
Vereda y un patio interno chiquitito pero muy lindo. Para ir a comer comida natural con mucha onda. Recomiendo probar alguno de los tapeos con platitos como bastoncitos de polenta, guacamole, hummus, taboule, chipá, bruschettas de pan de maíz con remolacha y olivas, bocaditos crocantes de quinoa y arroz yamaní, papas a la huancaina y otras cosas ricas del estilo. De postre, el carrot cake es un must, llega a la mesa tibio y con helado, riquísimo. El semifreddo de chocolate también está muy bien. Ah, y excelente panera. Lugar ideal para una cena tranquila y extensa, de esas que terminan con café, sobremesa, y la sensación de haber comido muy bien.
La Anita, (Tiscronia 845, San Isidro)
Una especie de cantina con mesitas a la vereda y un jardín interno muy bonito. Si es fin de semana, puede ser difícil encontrar lugar, y es entendible porque el lugar invita a quedarse sentados disfrutando del día con una larga sobremesa, así que vayan temprano. Muy buena la ensalada La Anita (con verdes, tomates secos, hongos, parmesano), los chili prawns, el wok de arroz yamaní, y la limonada.
Precaución: ir con paciencia, la atención es lenta, pero el ambiente lo vale.
Río Café (Honduras 4772, Palermo)
Dj en vivo, ricos tragos y un patio lleno de verde, el combo ideal para una linda noche de primavera-verano. Río Café abrió en 2010, en lo que había sido en algún momento un PH de esos que ya no se ven muchos. De afuera no dice nada salvo “acá no entra cualquiera”, que lo deletrea de forma muy gráfica el hombre de seguridad con traje negro que está plantado en la puerta con un poco de cara de malo. Adentro está muy bien ambientado, techos altos, espejos, sillones y paredes despojadas y un gran ventanal. Al fondo, lo más lindo del lugar, un patio arbolado con mesas y barra. Carta de tragos creada por Inés de los Santos, con todos los clásicos y algunos twist como Fernet Chic (Fernet, jugo de naranja, romero y tónica) y Orange Mary (vodka, jugo de tomate y naranja, pimienta).
Sirop Folie (Vicente López 1661, Recoleta)
Ubicación, ambiente, atención, y comida, Sirop Folie cumple con todas. Ubicado al fondo del encantador antiguo Pasaje del Correo, con carteles, pizarras de especiales y mesitas con manteles blancos, el patio callejón te hace sentir en el quartier Latin en París. Se hizo conocido por su brunch, aunque toda la propuesta de Liliana Numer, creadora de este restaurante de alta cocina porteña, es tentadora. El menú es variado, tiene sándwiches, ensaladas y platos más complejos como asado braseado con puré de batatas, pesca del día con verduras, y roll de cordero de esos que podés comer sólo con el tenedor porque se deshace. El brunch sigue siendo de lo mejor que ofrecen, que incluye tabla Folie con quesos, gravlax, paté, terrina, aceitunas, variedad de panes y el highlight, los huevos revueltos con polvo de aceitunas y pimientos confitados.
Almacén Oui Oui (Nicaragua 6068, Palermo)
Mesas en la vereda, papas rústicas, limonada y chocotorta, eso es Oui Oui para mí, una combinación que no falla. El gran problema que tiene es la espera, casi siempre hay que esperar un rato para sentarse. Si vas temprano o esperás, es un lindo lugar para brunchear, los huevos benedictinos son muy ricos. Para los que llegan y no tienen ganas de quedarse parados hasta que le liberen una mesa, a unos pocos pasos de Oui Oui, sobre Nicaragua, también está la vereda de Bar du Marché.
Bar du Marché (Nicaragua 5946, Palermo)
Un lugar chiquito con poquísimas mesas, con ese nosequé francés que lo hace súper lindo. La comida y la atención son muy buenas, pero las mesas de la vereda son tan chiquitas que bordean la incomodidad (la moza sugirió cambiarnos de mesa, hay chiquitas y extra chicas, así y todo se las tiene que ingeniar para acomodar todo sin apilar la panera y los vasos). Tienen menú del mediodía que incluye plato, copa de vino, postre o café por $80, muy bueno el omelette, la tarta de cebolla y queso de cabra.
Dato: Sushi y la estética francesa no se bien qué tienen que ver, pero varios me dijeron que el sushi que preparan es excelente.
Museo Evita Restaurante (Juan María Gutiérrez 3926, Palermo)
El restaurante del Museo Evita está plantado en un edificio de la primera época del siglo XX que hace algunos años fue declarado patrimonio nacional. Con un patio muy bonito y tranquilo, con pisos de damero en blanco y negro y muchos árboles, es un lugar tranquilo y agradable. El espacio al aire libre es ideal para los días lindos y soleados. Los platos están bien, son abundantes aunque la atención tiende a ser algo lenta. No se impacienten, déjense disfrutar del lugar. Una buena propuesta para una tarde de primavera, con tabla de quesos y copa de vino a la sombra del palo borracho.
Boulevard Saenz Peña (Boulevard Saenz Peña 1400, Tigre)
A tres cuadras del Puerto de Frutos, en el edificio de lo que alguna vez fue un viejo almacén de ramos generales, se encuentra esta especie de restaurante, galería de arte y espacio de decoración vintage. Enredaderas, sillas de hierro con almohadones estampados, escritorios de madera convertidos en mesas al aire libre, perfectas para sentarse a disfrutar comiendo rico con el sol en la espalda. Todo lo que se ve está a la venta (inclusive sillas y cubiertos). La comida es una propuesta de Juliana López May, y fiel a ella, todo en Boulevard Saenz Peña es lindo, rico, sano y abundante. La carta cuenta con una amplia variedad de ensaladas (mi favorita es la de salmón con almendras, palta y brie), sándwiches y siempre algunos especiales del día (el salmón en croute de hierbas con papas y zanahorias doradas, o entraña con puré y salsa criolla).
Dato: aprovechen a ir pronto, hay una muestra de Felipe Giménez que comenzó el 8 de noviembre. Juliana también da ahí clases de cocina).
Kansas (Av. Del Libertador 4625, Las Cañitas)
Siempre es una buena opción para disfrutar del aire libre. Puede ser algo tedioso conseguir mesa porque siempre hay espera (aunque a veces para el patio es mucho menos); por eso, el happy hour es la excusa perfecta para ir a tomar un drink bajo la sombrilla, y quedarse a comer en el patio o pedir mesa temprano antes de que llegue la marea de gente. Gin tonics, cerveza tirada, papas fritas, chicken tenders, potato skins y por qué no también el dip de espinaca con queso y nachos. Info: el happy hour es de lunes a viernes hasta las 19.30hs.
Il Ballo Del Mattone (Gorriti 5737, Palermo)
Decoración medio kitsch, con manteles floreados, graffitis en las paredes, carteles con el nombre del lugar y pizarras que llegan en manos del mozo para contarte los especiales; así es Il Ballo. Cualquier lugar que sirva una buena burrata merece un visto bueno en el libro de mis recomendados, y este lugar además de burrata y buenas pastas, es una trattoria con toda la onda y un patiecito interno divino para sentarse en noches de verano con amigos, comer bien, pedir un trago y disfrutar de la música. Para amantes de las pastas, probar los sorrentinos o los fussilli fierrito.
La Panadería de Pablo (Defensa 269, San Telmo)
Para brunchear los sábados y domingos, el restaurante de Pablo Massey cuenta con un patio interno con un ambiente súper tranquilo, media sombra para protegerse del sol y mucho verde. Hace un poco de calor en el patio, aunque es lindo. Empezaron con los brunchs de los sábados hace poco, por lo que todavía llega poca gente y se puede conseguir mesa fácilmente. La propuesta de brunch es algo rara, en lugar de combos con café y jugo de naranja, huevos y panera, aparece una especie de listado con todas las opciones clásicas del brunch, y elegís de la larga lista armando el brunch a tu medida. No faltan los clásicos como crab cakes, huevos revueltos con panceta, huevos benedictinos con salsa bearnesa (aunque sobre pan de focaccia en vez de english muffin). También tienen ensaladas, pizzas, sándwiches, yogur con fruta y granola, tostadas francesas y hasta cous cous con especias. Lo mejor es sin duda el pan (dato quizás obvio porque es una panadería) y usan muy buen aceite de oliva (Arbequina), que podés comprar para llevar a casa.
Malvón (Serrano 789, Villa Crespo)
Malvón es como la casa de la abuela convertida en una confitería porteña contemporánea. Café, limonada, pastelería y panes caseros en un lugar relajado, tranquilo, con deco ecléctica. Algunas pocas mesas en la vereda, una especie de antesalón con mesitas en la ventana abierta, y al entrar un gran mostrador lleno de panes, budines, muffins, carrotcake, cornbread y english muffins (todo horneado a diario). El salón es como un living, con un vajillero refaccionado que da envidia no tener, espejos en las paredes y unos sillones antiguos. Atrás, un patio con mesas, enredadera y plantitas. En la semana tienen un buen menú de mediodía y los fines de semana brunch.
Dulces Confidencias (Cabrera 5600, Palermo)
Un restaurante lindo y chiquito, con mesitas de hierro forjado y plantas en la vereda que dan ganas de sentarse y espiar por la ventana, desde donde se divisan colores pasteles, manteles floreados y macetas de colores. Un lindo lugar para desayunar al sol, o almorzar algo bien liviano como el sándwich de vegetales grillado y mozzarela, o la ensalada de salmón gravlax, y cerrar con algo dulce (la pastelería es el fuerte de Virginia Noboa, encargada y dueña del local, que recrea las recetas de su abuela Toti, y además suma creaciones propias). La propuesta es comer rico, abundante y sano. “Todo lo que puedo hacer acá sin comprar, lo hago”, dice Virginia.
La Apasionada (Ayacucho 1383, Florida)
Desde afuera cuando ves a alguien en la mesa contra la ventana tomando un café te dan ganas de entrar; la vista sigue para ver un mostrador con panes, una pared llena de vinos, sales, aceites, especias que dan ganas de entrar a llevarse todo. Cuando entrás, descubrís un pequeño almacén boutique con un lindísimo patio. Es un lindo lugar para desayunar, brunchear o salir a comer pero a un ritmo mucho más tranqui que en el mar palermitano. Muy buenos panes y cosas dulces, huevos revueltos, verduras con queso crocante, pollo marroquí y el wrap con hummus con lechuga, tomate y cebolla morada. Abre de martes a domingo, y los fines de semana en general hay actividades (como talleres de arte o huerta orgánica). Esos detalles que suman: en La Apasionada podés dejar un café pendiente.
Hierbabuena (Caseros 454, San Telmo)
Otra linda opción para armar salida de fin de semana por San Telmo, es un restaurante natural, chiquito ubicado en el lindísimo boulevard de la calle Caseros sobre esa tan pintoresca vereda roja. Mesitas a la calle, un salón con decoración tipo almacén, manteles verdes, muebles antiguos refaccionados, un lindo mostrador y empapelado verde agua y blanco. Buena opción para almorzar en la semana si andan por el microcentro y sin apuro. Muy buenos jugos y limonada, la veggie burger de hongos es buenísima, también tienen platos como salmón con provoleta de cabra, compota de tomates, espinaca fresca y helado de zanahorias; risotto de calabaza, hongos y espinaca, o pechuga de pollo rellena de higos, tomates secos, albahaca y queso feta, con salsa teriyaki acompañado de un puré de papa y puerro. Siempre te reciben con alguna cosita rica como escabeche de hongos, ensalada césar, o gazpacho de tomate y rúcula para entretenerte mientras pedís. De postre, la creme brulee de mascarpone y el carrot cake son los sugeridos de la casa.
En esa misma cuadra, hay otros varios restaurantes con mesitas a la calle y ventanales gigantes abiertos que hacen que el salón sea prácticamente al aire libre. En la esquina, La Popular, también con mesas en la vereda, es como uno de esos café/restó de los de antes; el ambiente es lindísimo, pero para ir a comer minutas sin demasiadas pretensiones.
Y hablando de cafés de los de antes, El Histórico (México 524, San Telmo), plantado en un edificio antiguo, patio interno con piso de damero, es como un viaje en el tiempo a la alta cocina hiper clásica. Carpaccio de lomo, creppe de calabaza gratinado, carré de cerdo a la ciruela, pulpo a la gallega y volcán de chocolate.
Y algunos más de yapa:
Austria (Roque Sáenz Peña 1138, San Isidro)
Tiene un lindo jardín interno con algunas mesas bajo una parra, ideal para sentarse un mediodía y disfrutar del sol y sombra. Recomendable la tabla de ahumados nórdicos, y muy buen strudel de manzana con helado.
Para escaparse un rato del microcentro, en medio del caos porteño, en el corazón de la ciudad se encuentra lo que pareciera ser un oasis: Patio #378 (Corrientes 1334, Microcentro), en el Hotel Novotel. Para tomarse un drink antes de encarar el retorno a casa.
La vereda de Bartola (Nicaragua 5935, Palermo) también es muy bonita, con sus mesas celestes y rosas en la vereda y una decoración medio kitsch con vajilla antigua y cosas recicladas, pero el servicio y la comida no impresionan. La limonada es rica y el budín de limón no está mal, pero el ambiente promete más de lo que da.
Cocu La Boulangerie del trío de franceses instalados en el corazón de Palermo, también estrena esta temporada mesas en la vereda.
En Vicente López, está Alguito (Tapiales 1185, Vicente López), con mesas y sillas de colores en la calle, y una propuesta eco friendly. Fachada color verde agua y el nombre del lugar hecho en pedacitos de madera, colgantes hechos con tapas de colores, lámparas fabricadas con frascos, floreros de latas, estantes con cajones de fruta, pizarras, mesas con sillas y silloncitos distintos, todo muy zen, con gente desayunando, leyendo el diario… y hasta un pequeño almacén de productos orgánicos.
A pocas cuadras, también hay mesas en la vereda en los clásicos cafés como Café de París y La Vicente López.
Otro en zona norte, pero para el lado de Martínez, es Suss Cupcakes (Paunero 2046, Martínez), que abrió hace poco, y es de esos lugares donde seguramente puedas encontrarte a un grupo de viejas paquetas tomando el té. Además de cupcakes, tienen muchas opciones para merendar rico, y hasta para almorzar en la semana. El patio de atrás tiene mesas, sombrillas, enredaderas y una fuente divina para sentirse en el patio de la casa de una amiga.
En esa misma esquina tranquilísima cerca de la estación, están también las mesas en la vereda de Compañía de Chocolates y Clásica Victoria.
La ya clásica parrilla de Nuñez, La Escondida (Arcos 3200, Nuñez), también cuenta con varios ambientes para sentarse a comer al aire libre. Ideal para ir en familia, ya que tienen lugar de sobra para que los chicos jueguen y revoloteen mientras los padres disfrutan del café después de una rica provoleta y entraña con fritas.
Para los que trabajan por Belgrano, no dejen de pasar por la vereda de Zelmira (Juramento 1295, Belgrano), flores y pasteles, donde pueden comerse alguna de las ensaladas del día o pedir unas ricas arepas.
Sin abandonar Belgrano, la vereda de Le Pain Quotidien sobre la calle Sucre a pocas cuadras de Cabildo, puede ser el parate perfecto para alejarse un poco del sol, el ruido y la gente, ahora que hay que afrontar el shopping navideño. Tazones gigantes de café con leche para reponer energías, granola, croissants, rolls de canela, pain au chocolat, bruschettas, sándwiches, ensaladas y hasta tablas con picadas.
Hasta con una lista interminable quedan muchos sin nombrar… Cómo pasar por alto las tapas y chupitos en ese hermoso patio de Olsen, Osaka en Puerto Madero, el bellísimo Museo Larreta o el Jardín Japonés. O las veredas porteñísimas de Don Julio, Janio y Lo de Jesús. Lo cierto es que podría estar el resto de la temporada enumerando la inagotable oferta de veredas, patios y jardines que nos invitan a sentarnos, pero en vez de quedarme escribiendo, me voy a pasear y tomar un café en alguna mesa en la vereda. Hagan lo mismo (y después cuéntenme cuál debería ser mi próxima vereda).
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